jueves, 7 de mayo de 2009

"Distorsiones" en Albacete.

La obra presentada en Sevilla bajo el título Distorsiones viaja desde la Capital andaluza hastala ciudad de  Albacete. La parada en esta ocasión será La Lisa Arte Contemporáneo, una galería de reciente creación en la que se aglutinan  juventud, trabajo y amor por el arte emergente mas novedoso y actual. 
La fecha escogida ha sido Junio. Estan todos invitados...nos vemos en Albacete.

Diego P. Galindo

Enlace de interes;

 http://www.lalisa.es

jueves, 6 de marzo de 2008


ABC, Sevilla, cultura, 25 de Febrero de 2008  

«Hay que promover campañas de concienciación por el Arte»

«Hay que promover campañas de concienciación por el Arte»
El artista entre sus retratosMILLÁN HERCE
Diego P. Galindo_Creador
«Descomponer los rostros es hablar de lo externo que compone a una persona, es decir, cómo influye en cada individuo su entorno e, incluido en éste, la manipulación de los medios de comunicación». Es su tercera individual y la primera en Sevilla. Después de varias colectivas, tras visitar Oviedo («Anónimos». Galería de arte Alfara) y Amsterdam («Informal Exhibition». Amsterdam Grafisch Atelier) la pasada temporada, el joven artista Diego P. Galindo (Sevilla, 1978) trae «Distorsiones» a la capital andaluza. La apuesta de la galería Carmen Carmona (c/ Jáuregui, 9) está compuesta por retratos en acrílico sobre lienzo y serigrafías combinadas con estampación digital. Resulta interesante comprobar la intención del creador, tanto en su concepto de la pintura como en la denuncia de la manipulación de los medios de comunicación. Para Galindo, «cómo desarrollo la idea que tenía en mente parte de mi trabajo ´Lost baby´ (2004). A partir de ahí, desarrollé retratos enormes, convirtiendo a un ser humano conocido o no por mí en un ser anónimo, fundido en y con la masa».
El proceso comienza con la toma de la fotografía. Después, crea un boceto donde retoca por ordenador la información contenida en el original: «Selecciono la información que eliminaré. Se trata de obtener la esencia del retrato para, después, añadir o restar; todo un trabajo de síntesis». Aunque crea un boceto, sigue las pautas marcadas casi de memoria y se centra en la fotografía original al pintar el retrato final pues «son muchas horas ante la misma imagen, descomponiéndola, observando cada detalle y eligiendo qué me quedo, qué añado...por lo que termino memorizándola».
En la galería, una de las piezas permite observar detenidamente ese sinfín de celdas que componen la pintura de Diego P. Galindo; el espectador puede estudiar su elaboración: «Empiezo por una esquina y acabo por la contraria; es una proceso muy parecido a escribir».
A pesar de su labor, considera que «el espectador es quien completa la obra, mi intuición inicial». No es partidario de explicar demasiado las piezas, «no creo que sea el objetivo del arte, al menos actualmente». Por este motivo, titula con referencias como D-00, D-Soliloquio... «Para evitar la predisposición que un título puede generar en el observador; ya bastante influyo con el título general». En «Distorsiones» llama la atención la pieza D-4, obra aparentemente inacabada: «cada obra que desarrollas te lleva a una solución diferente». En este caso, el contraste entre la distorsión de la cabeza y la naturalidad del cuerpo fue «un cúmulo de casualidades de las que fui consciente al llegar al cuello y observar que la pieza estaba acabada. Reflexiono mucho cada cuadro ante el boceto, antes pintar, pero D-4 es la menos pensada». Tras cuatro años inmerso en este lenguaje, con «Distorsiones» el artista considera haber alcanzado su punto y final, «al menos en la temática; quedarme con ciertas características de este tipo de pintura de la que aún queda mucho por desarrollar en cuestión de texturas, matices...hacer más evidentes otros detalles que enriquezcan la pieza».
Artistas emergentes
Le resulta indignante la escasa atención recibida por los artistas pues «desarrollamos el arte para la sociedad, no sólo para uno mismo, y luego apenas se nos tiene en cuenta; deberían llevarse a cabo campañas de concienciación para que el público se interese por el arte y acuda a las exposiciones». En relación a la situación de artistas emergentes, admite que «necesitamos apoyo pues los miedos iniciales puedes superarlos pero es necesario que una institución o galería privada te de la oportunidad; no depende sólo de ti. Los artistas deberíamos estar más unidos para ser más fuertes»

viernes, 1 de febrero de 2008

El píxel como icono

Diario de Sevilla - 1.02.2008 - Cultura y Ocio - pág.:53-
El píxel como icono


J. B. Díaz-Urmeneta


Las indagaciones del arte óptico se transformaron al surgir la cibernética. El año decisivo fue 1968: en Londres y a iniciativa del pensador y poeta alemán Max Bense, se celebra Cybernetic Serendipity, una exposición que mostraba algunas posibilidades del ordenador en el terreno del arte. Entre ellas, la reducción de imágenes a píxeles que potenciaba la indagación perceptiva de los artistas ópticos. Algunos, como Vera Molnar, adoptarán en adelante el ordenador como medio de trabajo.Pero la imagen pixelada pronto adquiere valor propio: como icono, posee valores expresivos y significativos; como objeto abre vías de investigación al pintor. En ambas direcciones trabaja Diego P. Galindo (Sevilla, 1978). Hace algunos años, pintó una serie de grandes rostros. La escala y el primer plano les daban notoria presencia pero, al estar pixelados, se convertían en no-rostros, presencias anónimas. Parecida impresión causa en esta muestra el lienzo titulado D 2, mientras que en otros, como D 7, prima sobre todo la expresión. Sus trabajos muestran además un fuerte esfuerzo analítico: amplía la gama de grises, con sutiles apoyos de color, matizando la luminosidad del cuadro, o investiga las formas empleando el ordenador y diversas técnicas de estampación. La obra de Galindo, correcta y sugerente, tiene un valor añadido: indicar que el arte puede relacionarse con la tecnología, si mantiene una voluntad de creación que deja atrás absurdas reservas y evita rendiciones incondicionales.

sábado, 26 de enero de 2008



Obras de la exposición "D i s t o r s i o n e s".

De izquierda a derecha:

D1. 146X146cm. Acrilico sobre lienzo.

D7. 100X100cm. Acrilico sobre lienzo.

D3. 195X130cm. Acrilico sobre lienzo.

Diego Galindo: la reproducción aniquila la identidad.

Diego Galindo: la reproducción aniquila la identidad.

“El modo en que uno escoge hacer algo influye
en su apariencia y, por tanto, en su significado”.
Chuck Close.


Quien suscribe se sitúa frente a algunas obras de Diego Galindo, las observa y, tras algunos momentos, rebusca en su memoria. Algo le recuerdan. Tras una breve búsqueda encuentra un catálogo antiguo –tiene menos de una década y ya es inencontrable-, el catálogo “Disolución de identidad” sobre la obra de Paco Lara-Barranco. Hojea y encuentra aquello que busca: testimonios del proyecto “A veces todo no empieza aquí” (1992-98), proyección continuada de 80 diapositivas tomadas durante la emisión de un largometraje pornográfico codificado. La dominante azul y las líneas horizontales distorsionan toda forma reconocible, apenas se perciben cuerpos, identidades, géneros, apenas intuimos la narración, por lo demás de lo más simple, plana y esperable. Antecediendo a todo ello encuentra dos textos, uno de Pepe Ordoñez y una entrevista con el artista. En ambos espacios se pone de manifiesto el hilo conductor que planea sobre todo lo realizado hasta el momento: la disolución identitaria del individuo por la presión social y la de los medios, no siempre de comunicación, que manipulan a sus audiencias sin discriminación.


Ya en sus actuaciones anteriores, la obra de Galindo incidía en la modularidad de las formas, cuestión que concurría en sus estructuras escultóricas, construidas en base a volúmenes netos y vacíos eminentemente cúbicos. En algunos recorridos de obra gráfica, por ejemplo en la serie Anónimos, los espacios rectangulares, ahora dispuestos en horizontal, se sitúan como pantalla cromática que impide la asunción total de la imagen que la respalda. Es posible observar, en estos años también, un proceso paulatino de eliminación de toda información añadida a la contenida en la propia imagen, mientras se ofrece un margen tendente a la depuración en la metodología de ocultación / desocultación. En el primer caso, en correspondencia con las piezas últimas del artista, se prescinde de la inclusión de textos que refuerzan la imagen, tal y como sucedía en obras como “Homenaje a Chuck Close” o “Lost Dream”. Viene bien hacer referencia en estos instantes al pintor norteamericano -a quien MNCARS le realizó una muestra retrospectiva recientemente-, cuyo lenguaje se encuentra en el punto de mira del artista hispalense, ya que las experiencias del primero han quedado fijadas con claridad en la retina creativa del segundo. Desde las primeras experiencias superadoras del Pop Art, en las que se jugaba con imágenes fotorrealistas ampliadas en escala y con las deformaciones propias de la angulación del objetivo, hasta la transformación del gesto abstracto en composición figurativa, la preocupación de Close por los procesos de codificación de la imagen, de la disyuntiva entre las partes que componen un todo y el todo mismo han inspirado gran parte de su producción. En muchas de sus obras últimas, Close se retrotrae hasta las primeras experiencias contemporáneas de descomposición de la imagen, aquellas que aprovecharon los impresionistas en base a las leyes de Chevreul, variando la percepción que tenemos de lo representado en función del contexto y la distancia.


Todas estas derivas no tendrían sentido si no nos halláramos ante una reinterpretación del retrato –bien anónimo o reconocible- bajo las claves críticas de una evaluación parcial de nuestro constante conflicto entre identidad (propia) e información (asumida externamente). En las grandes piezas pictóricas de Galindo o en las series de estampaciones digitales de formato medio –“Rostro” y “Soliloquio”- que componen la muestra Distorsiones, el autor, mediante un rayado paralelo de ancho uniforme o variable, creando con ello un ritmo basado en la repetición y el intervalo, con precisión nos retrotrae hacia la marcación codificada que nos ofrece la identidad de los objetos. Pero estos códigos de barras artistizados no etiquetan realidades inanimadas, sino que se interponen entre el espectador y la verdad, impidiendo un acercamiento libre de clichés hacia unas imágenes por otro lado ya desleídas.


No cabe duda de que nuestro acercamiento a la realidad se basa en posiciones subjetivas. Existe la posibilidad de que cada imagen que asimilamos pueda descomponerse en millones de imágenes entresacadas de la información que diariamente nos bombardea y queda acumulada en nuestra memoria, articuladas en base a miedos, tópicos o sensaciones arbitrarias. Algo parecido demostraban las piezas de la genuina y particular serie Glooglegramas de Joan Fontcuberta. Mediante la captura de imágenes, gracias a un programa ‘freeware’ de fotomosaico conectada ‘on line’ al buscador Google, en base a una serie de criterios dados, el fotógrafo reconstruye –o deconstruye, según se enfoque- cada fotografía, ya sea la de los atentados del 11-S, el drama de las pateras en las costas andaluzas o el mapa de Francia. Y todo ello para demostrar nuestra debilidad, cognoscitiva y moral, como receptores de las ilusiones generadas por la sociedad del espectáculo.


No resulta difícil detectar en la sociedad actual unos peligrosos derroteros que conducen hacia la homogeneización de nuestras actitudes, aptitudes, hábitos, creencias y sensibilidades –hasta en las posturas que creen situarse a la contra o enfrentadas a la colectivización mercantil e ideológica- en los que la personalidad individual se diluye en favor de un colectivo tan enorme cuanto anónimo. Ello sólo es posible a partir de la necesidad de emulación de ese otro triunfante, algo que la industria potencia para seguir perpetuándose, una semilla que anula nuestras capacidades de autocuestionamiento, de autocrítica, y nos convierte en vacuas reproducciones de un reflejo que ni siquiera existe o que, en el mejor de los casos, ha sido creado con vísceras artificiosas. Contra lo que pudiera parecer, el arte no es ajeno a estas contradicciones y manipulaciones: cada día todo se parece más a todo, cada día el ‘círculo de la cultura’ –tomando prestada la metáfora de Dickie- nos homogeneiza, primando la mediocridad siempre que esta se ajuste a unas pautas de orden marcadas por un mercado cuyos brillantes parquets de pensamiento e intercambio se sitúan muy lejos de nuestra cotidianidad. Tal vez me extralimite declarando que Diego Galindo parece reflexionar sobre todas estas cuestiones –sin olvidar los mecanismos que conmueven el campo visual y ficticio de lo pictórico-, pero eso es al menos lo que me sugieren sus pequeñas imágenes distorsionadas, programadas, por procesos tecnológicos, en las que todo rasgo de humanidad queda convertido en un espectro extraño y diferido.

Ivan de la Torre
Crítico de Arte

lunes, 10 de diciembre de 2007

DISTORSIONES


Exposición individual del artista Diego Galindo.
Inauguración el día 25 de Enero al 29 de Febrero de 2008. GALERIA CARMEN CARMONA. C/JAUREGUI nº9. Sevilla.